II Parte


Al poco tiempo de mi conversión, comencé a asistir a una iglesia cristiano evangélica, junto con mi familia, prácticamente asistía a todos los servicios. También empecé a trabajar en lo secular, esto debido a la necesidad económica que había en casa. Aunque a veces llegaba un poco tarde, siempre estaba en los cultos. El evangelio me tocó con fuerza, me gustaba bastante leer la palabra de Dios; a veces cuando había evangelismo, salía con los hermanos (los adultos y ancianos de la iglesia), a evangelizar casa por casa. Me deleitaba buscando y sirviendo a quien me salvó.

 

Donde me congregaba, era (no sé si aún lo es) una iglesia muy fría, no creían en el bautismo del Espíritu Santo, en las sanidades y milagros, entre otras cosas que son fundamentales en la vida del hijo de Dios. Además, tenían o tienen la doctrina de "salvo siempre salvo" algo que va contra la enseñanza de la palabra de Jehová Dios. A pesar de que sinceramente abrí la puerta de mi corazón a Jesús, no tenía fortaleza para decir no a las pasiones que batallan contra el alma, en el interior del ser humano. Me congregue durante dos años más o menos, pero tenía problemas con pornografía y a lo que eso con lleva, la masturbación. Después de haber estado en esta situación desde que conocí a Jesús, decidí que ya no quería seguir de esa manera; por un lado, asistiendo a la iglesia y tratando de agradar a Dios, y por otro, teniendo contaminaciones, haciendo cosas desagradables al Señor.

 

Fueron varias las razones que me condujeron a tomar la decisión de alejarme de la iglesia y de Jesús; entre ellas: el hecho que nunca había tenido relaciones sexuales o sexo coitales, la pornografía, la masturbación, y por supuesto, el sentir que vino a mí, de ya no querer vivir así, con impurezas y congregándome. No digo que la iglesia donde me congregaba fuera la culpable de mi vida desordenada y del posterior abandono de la fe, por supuesto que no; pero estoy seguro de que cuando al creyente no se le instruye en todo el consejo de la palabra de Dios, está débil y es más fácil que sucumba ante las tentaciones y pruebas que llegan a su vida; además, está más propenso a abandonar la fe en el hijo de Dios. Cuando me aleje del camino angosto, tenía a la sazón diecisiete años.

 

He entendido que lo que sucedió conmigo, fue en parte, obra del plan divino para con mi persona. Recuerdo que en una ocasión escuchando en la iglesia a un predicador que relataba como Dios lo había sacado de la vida de corrupción y pecado. Pensé y sentí en mi corazón, me dije: Cuando yo predique la palabra de Dios ¿de qué voy a hablar? ¿Cuál será mi testimonio? Ya que no sabía que era emborracharse, drogarse, acostarse con una mujer, fumar etc. Con todo y que tenía impurezas, yo era muy devoto, estaba en serio en el camino de Dios, mi deseo por tanto era servir al Señor. Tal era mi devoción en esos días, que ni siquiera pensaba en continuar con mis estudios de educación media, por no dejar de asistir a los servicios de la iglesia. Como trabajaba en lo secular, si quería estudiar, tenía que ser de noche y en la noche se realizaban los cultos.

 

Cuando me alejé de la fe, termine la educación media. Es de tener sumo cuidado, ya estando asido de la mano de Jesús con lo que se desea, porque sea bueno o sea malo si no se pide socorro a Dios, sucede. En mi caso, el deseo de tener un "testimonio" se cumplió, pero el precio fue muy alto. Personalmente no le recomiendo a nadie que haga lo que yo hice, de ninguna manera; sino por el contrario, animo al hermano o hermana, sea joven o adulto, que quiere predicar o servir al Señor Jehová, a que no se aleje de la iglesia, que no se aleje de Jesús, que busque su rostro cada día. Y, aunque las luchas sean tan fuertes, que pelee con la fuerza que Dios da por medio de su Espíritu. Que se fortalezca con la oración, la lectura de su palabra, el ayuno etc. De este modo llegará a ser un instrumento extraordinario en las manos de Jesús (II Timoteo 2.21).

 

Leyendo la biblia, me he dado cuenta que no es necesario haber andado en vicios, en vida libertina ni haber pasado por situaciones desagradables en la vida para predicar la biblia, ¡por supuesto que no! El señor Jesús quien es el blanco perfecto, en quien tenemos que tener puesta la mirada e imitar (Hebreos 12.2). Nunca pecó, y fue y es, el más extraordinario predicador de todos los tiempos. Dios hizo por su medio, obras sin comparación. Jesús nunca testificó que había sido: Borracho, ladrón, asesino, mujeriego, idolatra etc. Porque él nunca pecó, no conoció el pecado (II Corintios 5.21). Por eso la gloria de Dios fluía a través suyo bendiciendo infinidad de personas y almas.

 

Anduve seis años lejos de mi Salvador, durante este período adquirí vicios, entre ellos: Fumar e ingerir bebidas alcohólicas. También comencé a visitar los lupanares o burdeles y night-clubs. Uno de los motivos por los que abandone la fe, fue porque quería tener novias y por ende, experiencias sexuales. Pero no encontré nada de eso, lo único que encontré fueron prostitutas. Tuve una sola novia lejos del Señor Jesús, por un par de días y para variar la reputación de la muchacha no era la mejor. Cuando alguien se aleja de Jesús, se aparta de la fuente del agua de la vida (Jeremías 2.13; Juan 7.37-39), y comienza a marchitarse. La palabra del Señor compara al cristiano con un pámpano, un brote tierno de la vid, un racimo tierno de uvas, el cual necesita estar adherido a la parra para poder vivir y llevar fruto o madurar (Juan 15.4).

 

Desde que me alejé de Dios, del evangelio, me fui marchitando hasta casi secarme. Aunque estaba en plena juventud, se me fue el deseo de vivir, no era feliz y por ello no quería la vida. Me sumergí más y más en la pornografía, me quedaba hasta la media noche y madrugada buscándola en la televisión. Esto me hacía andar malhumorado durante el día, ya que tenía que levantarme de mañana para ir al trabajo y casi no dormía. El acostarme a esas horas era prácticamente de todos los días. Por causa del mal humor tenía pocos amigos, y los que tenía eran mayores ocho o más años. Bendigo a Dios por esos amigos, pero a toda persona le gusta tener también amigos de su misma edad, y más si esta joven.

 

Por estas cosas, caí en una profunda depresión, recuerdo que llegó un momento en que me sentía como un zombi, un autómata. Me levantaba por la mañana e iba a trabajar, volvía a casa por la noche, miraba televisión, todos los días la misma rutina. Trabajaba de lunes a sábado hasta el medio día, este día por la tarde por lo general no salía, sino que me quedaba en casa durmiendo. El domingo a veces jugaba futbol, esta era quizá una de las pocas distracciones que tenía, a parte de la televisión, por supuesto. Llegó un momento en mi vida cuando al ver sonreír a alguien, me preguntaba: ¿por qué sonríe? ¿Por qué esta tan feliz? Pues yo había sido invadido por la amargura, ya se me había olvidado sonreír. Cuando una persona de verdad ha nacido de nuevo, de verdad ha entregado su vida a Dios, se va del evangelio, por lo general, le sucede como a mí, se va marchitando poco a poco. Si no regresa a casa, al redil de Dios, puede terminar muerta y en el infierno. Porque definitivamente si alguien se muere en pecado, lejos de Dios, ese es su destino final (Santiago 5.19-20; Apocalipsis 21.8).

 

Como un año antes de volver al evangelio, tome la determinación de quitarme la vida. Solamente voy a sacar la casa en el Fondo Social para la Vivienda, me decía, y luego me suicidaré, me quitaré la vida. Lo haré cumpliendo con las cláusulas de esa entidad para que la casa le quede a mi familia. Los trámites que a menudo tardan no más de dos a tres meses, en mi caso demoraron casi un año. Cuando volví a Dios comprendí porque había sucedido esto, entendí que fue Jehová guardándome, ya que él sabía que lo que yo había determinado definitivamente lo ejecutaría, si no me estorbaba. No fue hasta que regrese al evangelio que el trámite de la vivienda se realizó con éxito. Terminé el bachillerato a fines de 1998, después de cuatro años de estudios nocturnos. El año siguiente me promovieron en la empresa donde laboraba, pase al área administrativa. Este ascenso prometía un mejor salario y demás, pero ninguna de esas cosas sucedió. Al principio me sentía con éxito, pero pronto las cosas cambiaron y todo se convirtió en un infierno.

 

El mejor ingreso económico no lo recibí, debido a una mala jugada por parte de unos "compañeros" de trabajo. También el ambiente en la empresa se tornó hostil, insoportable. Comprendo hoy que todo ocurrió por la misericordia de mi Señor Jesucristo, quien me estaba llevando al punto de no tener otro recurso, que su auxilio. Estando en esta esfera o ambiente, comenzó a llegar a mí un gran deseo de cambiar mi manera de vivir. Un día pensé: Hoy voy a volver a casa, hoy regresaré al camino de Dios, hoy retornaré a mi Señor, voy a ir a una iglesia y me reconciliaré. Todo ese día pase alegre esperando el final de la faena, era un día martes cuando tome esta decisión. El reloj dio las cinco, con alegría me dije: ¡Hoy es el gran día! Antes de salir de la oficina, me encargaron que pasara dejando unos papeles en la planta de esa empresa. Saliendo de la planta vi a un "amigo" el cual laboraba en la misma entidad, le pregunté para donde iba, al night-club, me respondió (este lugar quedaba cerca), sin recibir invitación le seguí.

 

Después que había decidido regresar a Dios, esa tarde y noche anduve de lugar en lugar, tomando cerveza. En la madrugada llegamos a una casa de citas, donde tuve relaciones sexuales. Lo hice pensando que sería la última vez, dado que de verdad había determinado volver al evangelio y sabía que en el camino de Dios no se permite la fornicación. Al salir de la habitación me di cuenta que el fulano con quien andaba (de parranda) me había dejado solo, se había marchado. Después me entere que este sujeto vivía cerca o en ese sitio, entonces deduje porque se había ido. Cuando salí del lupanar, afuera, en la puerta de la entrada, estaba un grupo de gente de mala vida. Uno de ellos se me acercó pidiéndome le cambiará un billete, le dije que no andaba cambio, pero él seguía insistiendo. Metió el billete que quería que le cambiara en la bolsa de mi camisa y comenzó a caminar conmigo diz que para ayudarme a conseguir un taxi.

 

Esa noche yo había tomado cerveza, pero no tanto, de modo que no estaba ebrio, estaba más que consiente de lo que ocurría. Trate de tomar un taxi, pero por estar con el delincuente al lado y la mala fama del lugar, no paró ninguno. Se sumó un segundo malhechor, un hombre que vivía en la calle, un harapiento. Caminamos hacia una gasolinera para ver si allí podía tomar un taxi, aunque yo sabía que lo más seguro, de esa no me escapaba. Llegamos a un lugar oscuro, el ladrón que estaba fuera del lupanar cuando salí de allí, sacó un cuchillo, y entre los dos me derribaron a tierra y me quitaron todo el pago de esa quincena. Papá tuvo una visión esa misma noche, donde Dios le mostró lo que me sucedería en la madrugada y estuvo orando por mí toda la noche, por eso este ataque no paso a más.

 

Dios me enseñó con esta experiencia, que a él no se le busca cuando uno dice, sino, cuando él lo determina. También aprendí, que si hay algo con lo que no se debe andar jugando, es con el santo evangelio. Pude haber muerto esa madrugada, y aunque tenía determinado volver a Jesús, si hubiera muerto habría finalizado en el infierno. Ese día no fui a trabajar, era un miércoles, pase todo el día acostado y escuchando mensajes de la palabra del Señor que mamá acostumbraba sintonizar en la radio. Creo que estaba como en Shock, porque nunca me habían asaltado y menos de esa manera. En la noche pedí a papá que orara por mí y volví a casa, al camino angosto, al redil de Dios, de donde nunca debí haberme alejado. Más.