La Siembra


Introducción

Hay una manera como Dios sostiene su obra y a sus servidores, y es por medio de las ofrendas y diezmos que aquellos que le temen y cumplen su palabra aportan. Esto desde siempre ha sido así. El pueblo cristiano debe comprender y practicar este mandato divino. Para poder recibir el apoyo económico que en verdad viene del cielo se debe sembrar primero, es necesario tener siempre presente que, sin siembra no hay siega. Si no sembramos ¿Cómo esperamos segar? Acompáñeme un minuto.

 

Definición

La palabra siembra deriva del vocablo sembrar, el cual tiene esta entre algunas de sus definiciones: Dispersar las semillas en el suelo para que germinen y aprovechar su fruto. De esta manera, siembra es la acción de sembrar para luego cosechar lo cultivado.

 

¿Dónde y cómo sembrar?

El agricultor no tira la semilla en cualquier terreno, pues lejos de obtener cosecha perdería su producto. El buen conocedor, primero se asegura que el terreno es fértil, luego prepara la tierra, la limpia, la ara y entonces siembra su semilla. Solo haciendo esto tiene la certeza de que su siembra no será infructuosa. Es de notar que cuando el agricultor decide sembrar un campo, esta consiente que toda la semilla necesaria para esa empresa no se la va a comer ni la va a vender etc. Además que la simiente o semilla deberá ser de la mejor calidad para que la cosecha también lo sea. De igual manera se debe sembrar en el reino de Dios, para que en verdad las ventanas de los cielos se abran; de lo contrario, solo se estará tirando el dinero.

 

Ley

Jehová ha establecido leyes en el mundo natural que rigen la vida de todos los seres que habitamos este planeta, hombres y animales. Leyes como: La noche y el día, el invierno y el verano, la siembra y la cosecha (Jeremías 33.25). Del mismo modo, nuestro Dios ha creado leyes que gobiernan en el mundo espiritual. La ley de la siembra y la cosecha ha sido establecida por Dios, tanto en el mundo natural como en el espiritual. Así, las acciones de cada ser humano traen consecuencias a su vida, en ambas áreas, dependiendo de su conducta. Según se haya sembrado así se segará; si se sembró bien, este bien se cosechará, pero si se sembró mal, éste se recogerá (Gálatas 6.7). Nadie puede eludir estas leyes.

 

Es muy importante saber que según la naturaleza de lo que se siembra, así es lo que se cosecha. En el mundo natural si uno siembra una semilla, cosechará el fruto de esa semilla. Por ejemplo, si sembramos una semilla de mango, será un árbol de este fruto que nacerá; si sembramos una de zapote, sucederá lo mismo; si sembramos una sonrisa en las personas que conocemos o tratamos, cosecharemos sonrisas de todas ellas, y así sucesivamente. En el reino de Dios ocurre lo mismo, si deseamos cosechar bendiciones espirituales, naturales o económicas, debemos sembrar en el área que corresponde para obtenerlas.

 

Siembre

El reino de los cielos está conectado con el mundo natural, es decir, que lo que hacemos en la vida natural nos afecta en la espiritual y viceversa. Jehová siempre ha demandado que el hombre le presente sacrificios, para poder bendecirle. En la antigüedad, los sacrificios y ofrendas eran por lo general animales para derramar su sangre, pero hoy son de otro tipo, y éstos pueden ser espirituales y naturales.

 

Los espirituales, son los ayunos, las vigilias, la asistencia a los cultos o servicios en una iglesia o congregación, la oración, la alabanza etc. Los naturales, son el trabajo en la viña de Dios, ya sea en un ministerio, en una congregación, y los diezmos y ofrendas, entre otros. Los primeros, los sacrificios espirituales, nos fortalecen espiritualmente y nos ayudan a mantenernos en comunión con Dios. En cambio los segundos, los naturales, a la vez que nos mantienen en comunión, nos ayudan a recibir bendiciones naturales y económicas de la mano de nuestro Señor Jesús.

 

Conocer sobre esto, es necesario si queremos prosperidad en esta vida. Siguiendo la ley de la siembra y la cosecha, sabemos que lo que sembramos es lo que vamos a cosechar. De manera que si sembramos nuestro dinero, cosecharemos lo que hemos sembrado, pero mucho más. Abraham, dice la Escritura, que era un hombre muy rico, pero él practicaba el diezmar y ofrendar a Dios. "...Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo... le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo... Y le dio Abram los diezmos de todo" (Génesis 14. 18-20). En Proverbios dice: "Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto" (Proverbios 3.9-10). Es de recordar que el diezmo y la ofrenda se le da a Dios, y que es él quien lo recibe.

 

Además se debe comprender, que el ofrendar y diezmar es algo que nuestro Dios demanda, y que es un deber cristiano cuando se es parte de la familia de Dios. "¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde" (Malaquías 3.8-10). No obstante, en ninguna iglesia o congregación se exige el cumplimiento de este mandato divino, depende del creyente el ser obediente o no.

 

Aunque el dinero se entrega al ministerio cristiano, iglesia o predicador, este sacrificio es Dios quien lo recibe. Jehová no necesita de ningún dinero, pero la aportación económica de cada creyente o amigo, se usa para que el reino de Dios permanezca y se expanda por el mundo. Por esta causa, cuando alguien cumple este mandato divino, de ofrendar y diezmar, recibe bendiciones grandes del Señor. Desde luego es de pedir la dirección divina, para que la siembra sea en buena tierra, y así la cosecha sobre pase nuestras expectativas.

La siembra no solo nos ayuda a cosechar mucho más de lo que hemos sembrado, sino también a estar en paz con Jesús, y nos trae sobre sí, bendiciones espirituales por causa de la obediencia a la palabra de Dios.

 

Conclusión

Indiscutiblemente, si alguien desea recoger fruto, si desea cosechar, debe sembrar primero. Dios ha puesto esta ley para que el ser humano reciba según la obra de sus manos, según sus acciones. No hay, creo yo, en el mundo una persona que no quiera éxitos grandes en todas las áreas de su vida; para ello solo hay que sembrar en abundancia cosas buenas. Amén.

Citas; Reina Valera 1960.