Milenio

 

Introducción

Este planeta está bajo el gobierno de Satanás (Juan 12.31; I Juan 5.19), por esta razón vemos el caos que hay en él. Jehová ha determinado liberar a la creación de la esclavitud en la que el maligno le tiene (Romanos 8.21). Esto será después de la batalla de Armagedón, cuando inicie el señorío de Jesús en todo el orbe. He escudriñado bastante la biblia respecto a este tema, y Jesús me ha hecho entender muchas cosas y a tener una visión panorámica bastante detallada sobre todo esto.

 

Es así que me he animado a expresarme de esta manera, ya que nuestro Señor nos manda hablar de sus revelaciones (Mateo 10.27). Conocer con más detalle lo por venir, es importante, es algo que ayuda al amigo para querer participar de lo que Jesús le ofrece, y, por supuesto, al hijo de Dios para asirse o agarrarse de la mano de Jesús con más fuerza. Acompáñeme.

 

Después del Armagedón

Al término de la batalla de Armagedón, el planeta quedará destruido por todos los juicios que Dios enviará sobre él. Las aguas de los ríos, las de las fuentes de las aguas y la del mar, se habrán convertido en sangre (Apocalipsis 16.3-4). La tercera parte de los bosques en todo el globo, habrán desaparecido (Apocalipsis 8.7). Las telecomunicaciones ya no existirán, la televisión, el internet, la radio y demás medios para comunicarse habrán dejado de funcionar.

 

El mundo como se conoce en este tiempo, donde la ciencia ha aumentado exageradamente, ya no existirá (I Corintios 13.8). Las grandes edificaciones en todo el globo terráqueo yacerán en tierra, en el piso, estarán destruidas (Apocalipsis 16.18-19). Los sobrevivientes de los seres humanos, al menos al principio del milenio, estarán viviendo en la miseria, en extrema pobreza y necesidad. Porque habrá sobrevivientes de los días apocalípticos, esto es de tenerlo bien presente (Isaías 2.2-4; Zacarías 14.16).

 

Renovación de la tierra

Durante los juicios apocalípticos la tierra se estará renovando, preparándose para el milenio. En esta época habrá nuevos ríos que surgirán de las entrañas de la tierra en los terremotos de la semana setenta (Isaías 30.25). El planeta quedará fertilizado con toda la quema de materia orgánica, en la destrucción de los últimos días. Un río saldrá de debajo del trono de Dios, el cual limpiará las aguas del mar (Ezequiel 47.1,8; Apocalipsis 22.1). Este río se partirá en dos brazos y éstos verterán sus aguas, uno en el mar oriental, y otro, en el mar occidental (Ezequiel 47.9; Zacarías 14.8). De esta manera, otra vez el mar podrá albergar vida en su seno y ser una fuente de alimento para los seres humanos.

 

El tiempo en el milenio

No obstante toda esta renovación, la biblia afirma que en esta era habrá tinieblas sobre toda la tierra; no habrá luz en la tercera parte del día, ni en la tercera parte de la noche (Isaías 60.2; Apocalipsis 8.12). Además, cuando el sol alumbre, será tan fuerte como la luz de siete días y la luz de la luna será como la del sol (Isaías 30.26). Esto quizá será debido a la atmósfera que se habrá debilitado bastante.

 

La Nueva Jerusalén

Luego de toda esta destrucción, y renovación, en el comienzo del milenio, descenderá del cielo de Dios, la ciudad celestial llamada "La Nueva Jerusalén" (Apocalipsis 21.2). Esta ciudad será la casa de Dios en este planeta, el lugar donde habitará en medio de los seres humanos. Desde allí gobernará toda la tierra durante los mil años siguientes (Isaías 2.1-4; Ezequiel 48.30-35; Apocalipsis 21.3). La biblia describe esta ciudad como una que su resplandor es extraordinario, una que parece piedra de jaspe, transparente como el cristal. Tiene un muro grande y alto, y doce puertas, tres en cada punto cardinal, las cuales son doce perlas, y en cada una de ellas un ángel guardando la entrada (Apocalipsis 21.11-13,21).

 

Sus medidas son iguales en su largo, ancho y alto; según parece, la ciudad es un cubo (Apocalipsis 21.16). Esto hará posible que el resplandor de la gloria de Dios y de Jesús, ilumine completamente la ciudad, ya que la luz se reflejará en las paredes del muro de cristal. La presencia de Dios y de Jesús brillarán en ella, de modo que allí no habrá noche (Apocalipsis 21.23,25). Tampoco entrará por sus puertas nadie que no tenga su nombre escrito en el libro de la vida (Apocalipsis 21.27;22.14). En medio de su calle y a uno y otro lado del río de Dios, estará el árbol de la vida (Apocalipsis 22.2).

 

Según se puede inferir, esta ciudad no solo será el tabernáculo de Dios con los hombre durante el milenio, sino también en el cielo nuevo y tierra nueva, donde moraremos por siempre con nuestro Señor Jesucristo (Apocalipsis 21.1-2).

 

La vida en el milenio

En el milenio habrá dos clases de personas, los mortales, personas naturales de carne y hueso (Isaías 2.2; Zacarías 14.16); y los inmortales, la iglesia de Jesús que habremos resucitado o sido transformados y poseeremos un cuerpo inmortal (I Corintios 15.51-52). Los inmortales, la iglesia, reinaremos y gobernaremos con Jesús, sobre pueblos, ciudades y naciones en todo el orbe (Salmos 37.9,22; Apocalipsis 5.10; 20.4). Las personas mortales se reproducirán normalmente y aumentarán en número durante este período, pero los inmortales no haremos esto, porque ya no nos casaremos (Mateo 22.30).

 

Todos los mortales estarán obligados a dar honra y alabanza a Jesús (Isaías 60.12). Cada nación estará forzada a llevar sus riquezas a la Nueva Jerusalén, y a ir de año en año a participar en la fiesta de los tabernáculos a esta ciudad celestial (Isaías 60.11; Zacarías 14.16; Apocalipsis 21.24). En toda la tierra habrá un gobierno teocrático, será obligatorio obedecer a Jesús y guardar sus mandamientos (Zacarías 9.10;14.9).

 

El Israel espiritual

Los hijos de Dios no son los israelitas carnales o naturales, sino, en el tiempo antiguo, los espirituales, fieles a él, los que con todo su corazón le buscaban, y desde la muerte de Jesús, los que le reciben en sus corazones (Romanos 9.6-8). Del pueblo gentil, pagano o no israelita, desde que Jesús vino a dar su vida en la cruz, Dios está engendrando hijos, personas que aunque no somos israelitas naturales, sí lo somos espiritualmente hablando (Juan 1.12-13; Romanos 2.28-29). En el milenio Jehová unirá ambos pueblos, el pueblo israelita espiritual descendiente de Abraham y el pueblo israelita espiritual de origen pagano, y hará un solo pueblo (Efesios 2.14-19). Así todos viviremos en la heredad que Dios nos dará en esos días.

 

Israel nunca o casi nunca tuvo posesión sobre todo el territorio que Dios le prometió a Abraham (Génesis 15.18). Por esta razón, Jehová Dios dará aun mayor terreno a sus redimidos en el milenio. Esta herencia estará ubicada donde está asentado Israel en la actualidad, pero cubrirá una mayor extensión (Ezequiel 47.15-20). La repartición de la tierra será equitativa, es decir, que cada una de las tribus de los redimidos (israelitas naturales y espirituales) tendrán partes iguales (Ezequiel 48.1...). A excepción de la tribu de José la cual tendrá dos partes (Ezequiel 47.13). En medio de este territorio estará la Nueva Jerusalén (Ezequiel 48.8-10,15-16, 31-34).

 

Cielos nuevos y tierra nueva

Después del milenio, el cielo y la tierra que conocemos dejarán de ser, serán destruidos (Apocalipsis 20.11). Jehová creará nuevos cielos y nueva tierra, donde el mar ya no existirá (Apocalipsis 21.1). Es en éstos, que habitaremos con Jesús por siempre. Amén.