Las Setenta Semanas

 

Introducción

Hay muchas personas que dudan de la veracidad de la palabra del Señor, y cuestionan la venida de Jesús y los juicios del Apocalipsis. Argumentan que ya se tiene mucho tiempo predicando sobre éstos hechos, y que no ha sucedido nada todavía. Dicen que si fuera verdad lo que se predica ya debería haber sucedido algo. Es cierto que hace mucho tiempo se habla de estos acontecimientos, de hecho, desde que Jesucristo resucitó. Así que prácticamente desde siempre se ha predicado de ellos. En esta profecía veremos que estamos en Días Finales desde que Jesucristo vino a morir en la cruz del calvario. Por esta razón, nuestro Señor predicaba y decía: "...El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio" (Marcos 1.15).

 

Cuando se trata de la biblia o palabra de Dios, es de tener siempre presente que ella encierra misterios que Jehová a escondido, los cuales, él, según su bendita voluntad, revela a su iglesia (I Corintios 4.1). Este de las setenta semanas, es uno de ellos. Necesitamos conocer sobre esta temática, para que velemos constantemente y no estemos dormidos como los que no conocen a Jesús. Los amigos, desde luego, también tienen la necesidad de este conocimiento, para que abran su corazón a Jesucristo y se salven. Acompáñeme un momento.

 

Profecía

En el primer año del reinado de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos,  Jehová Dios le da una visión a Daniel, sobre un período de tiempo en el cual se llevaría a cabo toda su obra en este planeta.

 

"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

 

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, más no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado sederrame sobre el desolador" (Daniel 9.24-27).

 

Es importante observar, que en las setenta semanas se realiza toda la obra de Dios; todo lo que él tiene pensado hacer, desde Daniel, hasta el comienzo del milenio.

 

Versículo 24.

"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos" (Daniel 9.24).

 

Casi todo el contenido de este versículo, tendrá su pleno cumplimiento en el milenio; será entonces que terminará la prevaricación, se pondrá fin al pecado, habrá justicia perdurable, se sellará la visión y la profecía y se ungirá o dará el trono al Señor Jesucristo para que gobierne todo el globo terráqueo. Solamente la expiación de la iniquidad, ya se realizó cuando nuestro Señor Jesús murió en la cruz.

 

Versículo 25.

"Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas ; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos" (Daniel 9.25).

 

La palabra del Señor expresa claramente, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén, hasta la manifestación del Mesías príncipe, habría sesenta y nueve semanas; sesenta y nueve semanas de años, por supuesto, que son 483 años. La orden para edificar y restaurar Jerusalén la dio Ciro rey de los persas, se supone, ahí por el año 534/5 a. C. (II Crónicas 36.22-23). Este versículo, el veinticinco, también dice: ...Se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos (Daniel 9.25). Expresa esto porque cuando los israelitas restauraron Jerusalén y el templo, estaban en servidumbre, bajo el yugo de los Medo-Persas (Esdras 6.15; Nehemías 6.15).

 

Versículo 26.

"Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, más no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones" (Daniel 9.26).

 

Este versículo manifiesta que en la semana sesenta y nueve, nacería, moriría y resucitaría el Señor Jesucristo. "Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, más no por sí..."  El Mesías o Señor Jesús, vino a la tierra para llevar a cabo la obra reconciliadora, entre Dios y el hombre (II Corintios 5.19). El se manifestó en la semana sesenta y nueve. Su muerte detuvo el tiempo en esta semana, y es, además, el punto de referencia para esperar la última, la setenta. Quien hubiera creído que su venida detendría el tiempo en el cronometro divino, y que desde que él anduvo en la tierra, hasta hoy, delante de Dios, el tiempo no ha pasado, pero así es.

 

Cuando alguien lee: "...No pasará esta generación hasta que todo esto acontezca" (Mateo 24.34). ...Piensa... pero, ¿Cómo pudo Jesús decir algo así? Pues ya han transcurrido más de dos mil años desde su muerte, y... ¿Cómo se va a cumplir cosa semejante? Tiene toda la razón al pensar de esta manera. Pero el Señor Jesucristo hizo esta afirmación, porque él conocía que el tiempo se había detenido a consecuencia de que él estaba en la tierra.

 

Por tanto, así será, que no pasará esta generación hasta que las señales antes del fin y su venida misma se realicen, pues el tiempo está detenido. Ahora, cuando recibe Daniel esta profecía, de las setenta semanas, comienza la expansión del Imperio Medo-Persa. Luego vendría el Imperio Griego, y posteriormente el Romano. En el señorío Medo-Persa florecieron los judíos, el Señor les quito el yugo de hierro Babilónico y les puso uno más ligero. Una mujer judía fue reina en este imperio y un judío fue el primer ministro, segundo después del emperador (Ester 2.17; 10.3). En los días de este imperio, Jerusalén fue reconstruida y sus muros también (Esdras 5.1-2; 6.15; Nehemías 3.1...; 6.15; Daniel 9.25).

 

En el reinado de los griegos, Antíoco IV Epífanes rey seléucida de Siria (175-164 a. C.). El año 169 saqueo la ciudad de Jerusalén y en el 167 instaló el culto a Zeus Olímpico en el templo de Jerusalén, el cual duro tres años. Los macabeos reconquistaron y purificaron el santuario, en el 164 a. C. Los romanos conquistaron Jerusalén el año 63 a. C. Estando en el poder los sumos sacerdotes judíos que fungían también como reyes. Estos habían comenzado este sistema de gobierno en el año 142 a. C. después de librarse del yugo griego. En el momento que hace su aparición el Mesías Príncipe, está gobernando una vasta región del planeta el Imperio Romano. "En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César..." (Lucas 3.1).

 

Después de la manifestación del Mesías, según este versículo 26, el imperio o pueblo de donde surgirá la bestia o Anticristo, destruiría la ciudad y el templo. "...Y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario..." (Daniel 9.26). Esta destrucción la realizó Tito, un general romano, en el año 70 d. C. Así se cumplió la profecía de Daniel, pero también lo hizo la de Jesucristo, la cual él dio como una señal antes del fin y de su venida. "Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan" (Lucas 21.20,24).

 

Se supone que también se cumplirán estas dos profecías, la de Daniel y la de Jesús, en los días apocalípticos, cuando el Anticristo, después de ser desenmascarado, en la venida del Señor Jesucristo a llevar a su iglesia, tome militarmente a Jerusalén y a Israel. La destrucción realizada por Tito en el año setenta, provocó la dispersión del pueblo judío, el cual anduvo disperso por casi dos milenios, hasta el año 1948 cuando volvió a ser nación. Desde los días en los cuales anduvo el Señor Jesucristo en Palestina o Israel hasta hoy, estamos en el gobierno de Roma o Cuarta Bestia; el tiempo se ha detenido en el reloj de Dios, para que su obra pueda llevarse a cabo, salvando al pueblo gentil.

 

Tiempo según Dios.

En nuestra época, el tiempo se cuenta, tomando estos datos del capítulo nueve del libro de Daniel. Por ejemplo, si a los 483 años de las sesenta y nueve semanas de años, le sumamos los 70 del cautiverio de Judá, suman 553 años y si a estos le agregamos los supuestos 33 años de vida de nuestro Señor Jesucristo, resultan 586 años. Por esto es que se cree que Jerusalén fue destruida en esta fecha (el punto de referencia es su muerte). Así se dice: Antes y después de Jesucristo.

 

Si quisiéramos tomar como punto de referencia su nacimiento, diríamos que Jerusalén fue destruida en el 553 a. C. De esta manera cambiaría también la fecha en la que nosotros vivimos, pues estaríamos en el año 2053 d. C. Pero tomando como hito o punto de referencia la muerte del Señor, tenemos que: El año 605(4) a. C. inició el reinado de Nabucodonosor; que 586(7) a. C. fue destruida Jerusalén; que estamos es el año 2020 d. C. etc. Es menester tomar en cuenta, que el tiempo no pasa delante de Dios, como lo hace con nosotros.

 

La biblia dice: "Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer que pasó, y como una de las vigilias de la noche" (Salmo 90.4). "...Para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día" (II Pedro 3.8). Podemos ver como Dios es eterno, y el tiempo, con su extraordinario poder lo maneja a su antojo. De manera que, según el libro de Daniel, aún estamos en la semana sesenta y nueve, cuando nació, murió y resucitó el Mesías.

 

Jehová Dios ha hecho un paréntesis en el tiempo de más de dos mil años, al que se ha llamado "dispensación de la gracia". En este período, el Señor está dando la oportunidad de salvarse, a todo aquel que no es descendiente carnal de Abraham, es decir, a nosotros los gentiles, los no israelitas naturales.

 

Pero tú, Belén Efrata. ".. De ti me saldrá el que será Señor en Israel... Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz; y el resto de sus hermanos se volverá con los hijos de Israel" (Miqueas 5.2-3).

"También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un Pastor" (Juan 10.16).

"Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles" (Romanos 11.25).

 

El tiempo no ha pasado delante de Dios desde que Jesús vino a morir en la cruz, este es un misterio, como muchos que hay en Dios nuestro Salvador. Una profecía dice: "Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él" (Oseas 6.2). En el Nuevo Testamento, encontramos al menos dos citas que sugieren que la obra de Dios con el pueblo gentil y en general, finalizará, en este tercer milenio. "...He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra" (Lucas 13.32).

 

Tomando en consideración que delante de Dios un día es como mil años y mil años como un día, aquí está diciendo que concluirá su obra en el tercer milenio. "Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días" (Juan 4.40). Los samaritanos representan al pueblo gentil. "...Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis" (Mateo 10.5). "...Y éste era samaritano. ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?" (Lucas 17.16,18). El mismo Señor Jesús tenía a los de Samaria como extranjeros, no israelitas o gentiles. Por esto, el hecho de que se quedará con ellos dos días, habla de los dos mil años de su trato con los gentiles.

 

Han pasado dos mil años desde que Jesús murió en la cruz del calvario; estamos en el tercer día cuando finalizará la obra de Dios, y se llevará a cabo la venida de Jesucristo a llevar a su pueblo a las bodas del Cordero.

 

Ultima Semana

Días finales son los que nos ha tocado vivir, está terminando el gobierno del hombre en la tierra, y se aproxima el señorío de Jesucristo sobre el planeta. Pero antes se cumplirán los hechos de la semana setenta, período de varios años de tribulación y angustia sobre este mundo y sus moradores.

"Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador" (Daniel 9.27).

 

Aquí nos habla de cómo los diez cuernos y Anticristo harán un pacto con Israel, en el inicio de la semana setenta, el cual será roto a mediados de la misma. Más. Aparecerán diez presidentes en una confederación mundial, y gobernarán en toda la tierra. También se manifestará la bestia o Anticristo, el cual dominará política y religiosamente en todo el orbe, además, entrará en escena el falso profeta, quién hará que toda la gente adore al Anticristo (Daniel 7.24-25; Apocalipsis 13.1-8,11-18).

 

Será un tiempo donde la humanidad pensará que este es el gobierno que estaban esperando, todo parecerá ideal con este gobernante e imperio mundial. Con solo tener la marca, el nombre o el número del nombre de la bestia, se podrá comprar o vender cualquier bien o servicio (Apocalipsis 13.15-18). Será un gobierno que engañará a toda la humanidad, dándole falsas esperanzas. Los sellos, las trompetas y las copas, traerán destrucción y muerte a este planeta, serán varios años de juicios sobre la humanidad (Apocalipsis 6.1...; 8.1...; 16.1...).

 

A mediados de esta semana, viene el Señor Jesucristo a llevar a su Iglesia. Más. Al final de la semana setenta, se llevará a cabo la batalla de Armagedón, donde el Señor Jesús peleará contra el dragón, la bestia o Anticristo y el falso profeta. Después de vencerlos, impondrá su reino milenial sobre la faz de la tierra (Apocalipsis 16.13-14,16; 19.19-21; 20.4). Se preguntará alguien: ¿Por qué? ¿Por qué vendrá todo este mal sobre la raza humana? Ni más ni menos que por su maldad contra Dios.

 

El hombre ha olvidado que no procede de sí mismo, que es producto del poder y amor de Dios. Ha olvidado que Dios lo hizo con el propósito que le adorara, que le diera gloria y alabanza a él. Y se ha corrompido, vuelto a los vicios, al pecado de manera desenfrenada, y aún hasta niega la existencia de su creador. Así que por todo esto, y por muchas cosas más, vendrá la ira de Dios sobre la humanidad. No es que Dios vaya a castigar al hombre, solo porque le place hacerlo, si no a consecuencia de la maldad que habrá llegado al colmo delante de su presencia.

 

"...Al final del reinado de estos, cuando los transgresores lleguen al colmo..." (Daniel 8.23).

"Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento... Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían... mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste" (Lucas 17.26-30).

 

Conclusión

Dios ha hecho un paréntesis en el tiempo, de más de dos mil años hasta nuestra época, para que los gentiles conozcamos su amor a través de Jesucristo y nos salvemos. El tiempo no ha pasado delante del Señor o solo han pasado dos días desde la muerte y resurrección de Jesús. Hemos visto que nuestro Señor Jesús nació, murió y resucitó en la semana sesenta y nueve y que aún estamos en ella. De modo que solo nos resta esperar el comienzo de la semana setenta y con ello la pronta venida de nuestro Señor Jesús a llevarnos con él. Amén.

 

Citas; Reina Valera 1960.